lunes, 12 de enero de 2015

Cómo leer más en 2015

(Miqui Otero - El País)

El artista Austin Kleon publica una tabla de consejos que toman la lectura como una especie de fitness mental
La cuesta de enero se suele enfilar con agujetas. La resaca del 1 de enero, el no-día por antonomasia, esa jornada en la que mucha gente cena los bordes de la pizza que pidió a domicilio a mediodía, abona la vid para ese sentimiento de culpa en el que florecen los grandes propósitos. Durante esta primera semana del año, en definitiva, se firman cheques que no se podrán pagar. Y una de esas promesas, que uno se formula mientras pierde el tiempo revisando con una mezcla de melancolía y vergüenza las fotografías de la fiesta de Nochevieja en las redes sociales, es la de leer más.

En estas listas de propósitos, leer se sitúa (por una extraña razón que quizás anida en la culpa católica) en la misma esfera que, por ejemplo, no beber (en los fines de semana habituales esa promesa dura lo que tarda en desaparecer la resaca física, pero en Año nuevo se trata de una resaca metafísica que no se cura con paracetamol). También asoman la cabeza otros propósitos como perder peso, correr una maratón, dejar de fumar o ceder el asiento en el metro a nuestros mayores. Es decir, seré bueno porque: a) comeré acelgas hasta marzo, b) tomaré agua con gas hasta en el cumple de mi mejor amigo, c) leeré unas cuantas novelitas.

Es más, la lectura, una actividad que debería ser un placer y no una obligación, se aborda con la retórica del atletismo. Se hacen listas de géneros que se devorarán y a qué velocidad se engullirán. Se dice que se leerá no menos de cincuenta páginas y que se subrayarán las frases favoritas. De hecho, se propone como táctica para poder hacerlo el empleo de apps donde se informará al mundo de lo que se lee (hoy he leído cincuenta páginas; hoy he corrido tres quilómetros y medio; hoy no he comido carbohidratos).

Para todos aquellos que se toman la lectura como una especie de fitness mental y que ven en ella un modo de aligerar la mala conciencia, el artista y escritor Austin Kleon ha confeccionado una lista de consejos para ceñirse a las promesas lectoras para 2015. Él, por ejemplo, leyó hasta 70 títulos el año pasado, valiéndose de trucos como el salvapantallas para móvil creado por él mismo: el dibujo de una calavera con la leyenda “mejor lee un libro” (en vez de perder tres horas más huroneando en los Facebooks de vidas ajenas). Él lo logró gracias a eso y a seguir la “Regla de las 50” de Nancy Pearls, que aprendió cuando trabajaba como librero en Cleveland y que consiste en dar una oportunidad de 50 páginas a las novelas antes de decidir si se siguen leyendo o se regalan (a ese señor del metro que intentaba leer por encima de tu hombro, por ejemplo).

Henchido de autoridad por haber alcanzado esa cifra de siete decenas de libros, estos son sus seis consejos (algunos algo dudosos) para los que se prometen leer más en Añonuevo.

1.- Lanza tu móvil al océano (o ponlo en Modo Avión).

Si esa amiga no contesta al teléfono, probablemente lo lanzó en el Mar Rojo para sumergirse en la travesía de En busca del tiempo perdido de Proust. No esperes gran cosa de ella en las próximas semanas: son siete partes. Cuando llegue a El tiempo recobrado, o no te querrá como amigo (la cháchara sobre fútbol o Breaking Bad le parecerá, por así decirlo, una pérdida de tiempo) o necesitará desesperadamente una copa y media farmacia de barrio. El gesto no carece de épica y parece la típica cosa que le pide el Sensei a un karate kid de la lectura (o el Maestro Yoda a su padawan con gafas: arrójalo a ese mar con la mente).

2.- Lleva un libro encima en todo momento.

Un consejo que parece ser una verdadera navaja suiza: por un lado, el libro como complemento (los pendientes, el sombrero, la gabardina, la pipa, el libro) y por el otro, la contrarreloj (puedes ganar una página si lees en ese semáforo en rojo).

3.- Ten otro libro liso antes de acabar el que estás leyendo. Haz una pila de libros que leerás o cárgalos en el eReader.

¿Verdad que, a lo tonto, comes más en un bufet libre o en una cena de pica-pica que cuando te ponen toda la comida en un plato? La idea de tener la mesilla llena de títulos disparará, según Kleon, tu hambre lectora. Leer es una tarea de Sísifo: nunca acabas de leer. Por muchos manuales de los 100 libros que debes leer antes de mudarte al otro barrio que manejes, en realidad (¡spoiler!) nunca son cien. De hecho, sentimos decir que si te gusta leer cuanto más leas menos pensarás que has leído.

4.- Si no estás disfrutando un libro, o aprendiendo mucho de él, abandónalo inmediatamente.

Kleon aquí se permite una concesión. Parece una perogrullada, pero hay quien insiste en acabar los libros que no le gustan en un ejercicio autoflagelador propio de un nazareno lector. Esos libros que agonizan en la cisterna del retrete marcados con un tramo de papel higiénico varado en el mismo capítulo durante eones. Abandonarlos, y estamos ante quizás el consejo más juicioso de Kleon, es lo más parecido a no descartar un plato de comida que sabes que te está sentando mal.

5.- Programa una hora de lectura de no ficción al día (la hora del almuerzo o cualquier rato muerto servirán).

Aquí el perscriptor regresa a la disciplina del profesor de fitness severo. Parece decir que aunque estés devorando la novela de tu vida (regalada por el amor de tu vida), deberás detenerte para leer aquel ensayo sobre las Islas Galápagos durante sesenta minutos.

6.- Vete a la cama una hora antes y lee ficción (te ayudará a dormir).

La idea de la novela como Valeriana. La lectura para descabezar un sueñecito es antigua y tiene mucho predicamento, aunque a la gente que lee con pasión le parezca más contradictoria que echarse al coleto un termo de un litro de café pasada la medianoche. Si te está gustando, es probable que no te duermas hasta las mil.

7.- Publica en algún blog lo que lees y comparte lo que lees en alguna red social (así otros también te recomendarán lecturas).

El autor de esta tabla de ejercicios remata aquí con la visión definitiva de la lectura como ejercicio físico. De los creadores de publica las calorías que has quemado con esa carrerita mañanera llega: demuéstrale al mundo cuántas páginas puedes leer. El consejo entronca con la extraña idea de que el placer llega cuando se ha leído (y por tanto cuando se dice que se ha leído) y no cuando se está leyendo. Es una visión de la lectura que retrotrae a la imagen del adolescente que disfruta más explicando a sus amigotes con qué chica se ha ido a la cama que yaciendo y dándose arrumacos con ella.

domingo, 11 de enero de 2015

Franquistas en la Luna: un viaje a la ciencia ficción española

(Jesús Rocamora - El Confidencial)

Repaso por la historia del género en la literatura
La llamada “Edad de Oro de la Ciencia Ficción” abarca de finales de los años 30 hasta mediados de los cincuenta. Algo más de una década en la que el género despegó como un cohete y explotó ante un público maravillado, minutos antes de que EEUU y la URSS se embarcasen en la carrera por el espacio y perros, chimpancés y hombres flotasen sin gravedad. Fue entonces cuando el género mostró a autores que hoy consideramos clásicos, como Isaac Asimov, Ray Bradbury, Arthur C. Clarke, Philip K. Dick y Robert A. Heinlein.

¿Y en España? España era un erial en el periodo 1930-1950. El franquismo rechazaba la imaginación y “existió una verdadera persecución de la literatura fantástica por motivos ideológicos de diferente índole. Desde el bando más conservador, las instituciones católicas rechazaban fantasías literarias que no fueran las suyas. Desde el más comprometido con la izquierda, los escritores se obsesionaron con el realismo social. En este sentido, la literatura no realista se consideraba un mero escapismo, sin interés para transmitir mensajes ideologizantes”, escriben Julián Díez y Fernando Ángel Moreno en la introducción a Historia y antología de la ciencia ficción española.

El tomo, editado recientemente por Cátedra dentro de su impecable colección Letras Populares (conocida por publicar clásicos como Lovecraft, Lem o Huxley muy bien acompañados de estudios y ensayos jugosos), debería ser desde hoy considerado obra de consulta obligatoria. Antes, después y durante el franquismo, muchos autores han cultivado el género en España, dando lugar a una peculiar tradición fantástica tan válida literariamente como plural.

“Dado el desprecio que el género ha sufrido desde los años treinta hasta casi hoy, cuando en otros países se constituyó una tradición propia, la ciencia ficción española fue cultivada casi exclusivamente en este periodo por francotiradores o por escritores alejados del establishment, que o bien han tenido una voz propia sin demasiada conexión con el resto de practicantes del género en España o bien han mimetizado los modos de hacer de la corriente hegemónica, la estadounidense”, cuenta Julián Díez a El Confidencial.

La ciencia ficción española es, por tanto, una isla, tan particular que ni siquiera podemos establecer conexiones con la tradición fantástica latinoamericana, donde el género contó con mutaciones locales y exóticas hacia el realismo mágico.
La labor de Díez y Moreno es especialmente reseñable porque analizan todas las etapas y subgéneros de la ciencia ficción, más allá de aquella edad dorada de los treinta y cuarenta, desde la new wave en los sesenta al ciberpunk en los ochenta, las utopías/distopías, las space opera o el boom de los años noventa. Y lo que es más importante: el tomo hace un esfuerzo por reunir una abundante documentación de nuestra “protociencia-ficción”, que abarca desde mediados del siglo XIX hasta la guerra civil, y en la que el lector puede llevarse más de una sorpresa: Cuento futuro (1886), de Clarín; Las ruinas de Granada (1899) de Ángel Ganivet; El fin de un mundo (1901) y La prehistoria (1905) de Azorín; El pesimista corregido (1905) de Santiago Ramón y Cajal; La República del año 8 y la intervención del año 12 (1902) de Pío Baroja; y Mecanópolis (1913) de Miguel de Unamuno.
Todos son relatos que entran en la categoría de ciencia ficción. El paraíso de las mujeres (1922), de Vicente Blasco Ibáñez, por ejemplo, es considerada aquí como “la más exitosa de las novelas españolas de ciencia ficción anteriores a la guerra civil”.

Entre nuestros escritores hay auténticos pioneros. Pensemos un momento en los viajes en el tiempo, por ejemplo. Este subgénero de la ciencia ficción arranca oficialmente en 1895 con la publicación de La máquina del tiempo de H. G. Wells, y sin embargo tenemos un precedente español anterior, El anacronópete, de Enrique Gaspar, publicado en 1887, “sin ninguna influencia posterior”. Se adelantó, por tanto, ocho años a Wells.

¿Más ejemplos y rarezas? La nave (1959), de Tomás Salvador, está a medio camino entre la literatura postapocalíptica y “una vuelta más a la famosa utopía que, desde Tomás Moro hasta Huxley, atormenta a los pensadores: lo que pudo ser, o será o podrá ser el hombre en caso de no existir el presente”, según el propio Salvador, de quien en esta antología se incluye el relato "Polizón a bordo", de 1964, el primero de la serie Marsuf, el vagabundo del espacio.

Pero hay ejemplos de utopías anteriores en nuestra literatura: es el caso de los textos Sentimental club (1909) de Ramón Pérez de Ayala, El archipiélago maravilloso (1923) de Luis Araquistáin o La jirafa sagrada (1925) de Salvador de Madariaga.

- ¿Y si…?

La primera barrera que tira esta antología es la de considerar la ciencia ficción como un género escapista. “El problema es que la etiqueta ciencia ficción viene a caracterizar a un abanico de temas muy amplio”, cuenta Julián Díez. “Desde la aventura espacial, que en términos generales puede considerarse escapista, hasta la distopía, que es un análisis de nuestra realidad y de dónde puede conducirnos en caso de exacerbarse tendencias que están ante nosotros. La mejor ciencia ficción habla en general de los temores que se sienten en el presente, y eso en modo alguno es escapismo”.

“La ciencia ficción española podría disfrutar ahora de un momento especialmente fértil, dadas las discusiones utópicas (con el auge de Podemos) y distópicas (con el fin del Estado del bienestar), para aportar obras críticas y que inviten a la reflexión”, reconoce Fernando Ángel Moreno. Como recoge esta Historia y antología, nuestra ciencia ficción no ha sido especialmente aficionada a la distopía como medio de crítica política.

Y sin embargo, sigue habiendo excepciones: es el caso de La bomba increíble (1951), de Pedro Salinas, que a través de la ya clásica paranoia atómica describe una sociedad “tristemente parecida a la nuestra por la obsesión con la mercancía y con lo práctico”. Es especialmente valiosa porque, como cuenta Díez, es su única novela y “es un trabajo bastante relevante, muy poco conocido por desgracia”.

Otro subgénero fantástico con grandes posibilidades para la reflexión política y social es la ucronía, que juega a plantear al lector una historia alternativa. Suele citarse como ejemplo El hombre en el castillo, de Philip K. Dick, que plantea un escenario en el que EEUU perdió la Segunda Guerra Mundial y ha sido dividido en partes y repartido entre japoneses y alemanes. Es decir, responde a la pregunta: “¿Y si…?”. Esta antología recoge precisamente la primera ucronía española reconocida: Cuatro siglos de buen gobierno (1895), del periodista Nilo María Fabra, que describe qué podría haber pasado si el infante Miguel se hubiera convertido en rey de Aragón, Portugal y Castilla en lugar de morir prematuramente en el año 1500.
Puestos a imaginar con nuestra historia política: ¿y si Franco hubiera perdido la guerra civil? ¿Y si se hubiese proclamado la III República en España? “La propia dialéctica de nuestra historia, donde una de las dos Españas ha de helarnos siempre el corazón, parece propiciar especialmente las obras” ucrónicas, escriben Díez y Moreno.

En el día de hoy (1976), de Jesús Torbado, se describe “los primeros años de España después de que la contienda fuera ganada por los republicanos”. Y hay toda una antología titulada Franco: una historia alternativa, publicada en 2006 por Minotauro, con relatos de autores españoles contemporáneos como Javier Negrete, Rafael Marín, Juan Miguel Aguilera y Eduardo Vaquerizo, entre otros, dedicada a responder a preguntas como: ¿Qué habría ocurrido si Franco no llega a subir al Dragon Rapide en vísperas del Alzamiento? ¿Cómo habría envejecido José Antonio si hubiera sobrevivido a la guerra? ¿Ramón Franco podría haber visto truncada su carrera militar? ¿Cómo veríamos la actualidad si el espíritu autonomista y reivindicativo hubiera surgido en Castilla?

Y como indica su título, Tercera República (Factoría de Ideas, 2010), de José Antonio Suárez, es un thriller político que se desarrolla tres años después de la proclamación de la III República en España y que “está inspirado en el actual Estado de las autonomías, donde el fantasma de las dos Españas y la fractura social regresa con fuerza, tras la sucesión de terribles acontecimientos que amenazan la estabilidad de nuestro sistema democrático”.

La reflexión política puede estar incluso en las vertientes de la ciencia ficción consideradas más “frívolas”. Aunque las space operas tienen fama de entretener fundamentalmente, hay ejemplos como la saga de La cultura del escocés Iain M. Banks, “un buen ejemplo de una larga tradición de escritores de izquierdas a lo largo de toda la historia del género, que emplean lo prospectivo para criticar los presupuestos del capitalismo moderno” y “una reflexión acerca de las posibilidades reales de una sociedad humana anarquista”.

A pesar de los ejemplos anteriores, en general, “los autores españoles de ciencia ficción no se han caracterizado, más que en contadas excepciones, por su activismo o su compromiso público político. Y mucho menos lo han desarrollado como gran tema en sus historias”, escriben Díez y Moreno.

- Humor sintético y risas enlatadas.

Como afirma Fernando Ángel Moreno a El Confidencial, la tradición española no tiene rasgos propios, más bien “carencias, especialmente en cuanto a géneros como el de los robots o, tristemente, el de las distopías. Tenemos eso sí, una considerable cantidad de ciencia ficción paródica, algo normal cuando se llega tarde a un género con muchos años de historia. También es frecuente encontrar motivos recurrentes como el del poder absoluto del que un fugitivo inadaptado huye. Y cierto masculinismo trasnochado, de vez en cuando, que por suerte ha ido desapareciendo”.
Si en algo ha sido prolífica nuestra ciencia ficción es en buen humor. Como recuerdan Díez y Moreno, en Consecuencias naturales (1994), Elia Barceló satirizaba machismos y feminismos. En Estado crepuscular (1993), Javier Negrete se burlaba del concepto clásico de héroe. En el cuento Mein Fuhrer (1982), Rafael Marín ridiculizaba el nazismo. Y hablamos de autores considerados “comprometidos con la ciencia ficción”, pero muchos otros escritores españoles no-fantásticos la han utilizado en algún momento para buscarnos la sonrisa.

En Si Sabino viviría (2005), por ejemplo, Iban Zaldua presenta al “detective galáctico José Miguel López Belausteguieta, alias Cosmic Josemi, bebedor empedernido, trisexual y ludópata del mus que vive en el planeta La Margen, es contratado desde el planeta Nueva Euskadi para que baje al terrorífico planeta Tierra a cumplir una peligrosísima misión: recoger los restos del cadáver de cierto prócer, sin cuyo ADN el ordenador que gobierna Nueva Euskadi no funciona como es debido”. Y también aquí se puede meter el best-seller Sin noticias de Gurb (1991), “en el que Eduardo Mendoza despedaza numerosas facetas de nuestra sociedad, especialmente el capitalismo y la religión”.

Desde los años sesenta hasta el presente, es difícil entender la ciencia ficción española sin el apoyo de las primeras colecciones especializadas (Vórtice, Nebulae, Infinitum, Galaxia de Cénit), de los bolsilibros, de las novelas de a duro, de revistas especializadas como Nueva Dimensión (con autores como Domingo Santos, seudónimo de Pedro Domingo Mutiñó, también incluido en esta antología) y, ya en los ochenta y noventa, de fanzines y foros en internet, que han alimentado el hambre de lectores y escritores.

El propio Julián Díez ya se encargó de hacer un repaso por la literatura reciente en otro tomo fundamental, Antología de la Ciencia Ficción Española 1982-2002, publicado en 2003 también en Minotauro, y que es el “esqueleto” de esta que ahora nos ocupa. ¿Ha cambiado mucho el panorama en estos 10 años? La “normalización” de las temáticas de la ciencia ficción “hace que empiecen a estar presentes en otros ámbitos y que los lectores las consuman sin pensar en que llevan tal o cual etiqueta. En cuanto al género en sí, parece un tanto debilitado si juzgamos por la falta de colecciones especializadas o publicaciones, por ejemplo, pero anda muy vivo en internet. Vamos a ver si eso cristaliza en una producción de calidad, porque es difícil seleccionar entre la abundancia de ruido ambiente. En suma, es un proceso positivo en líneas generales”, resume Díez.

Sería imposible hacer una antología de la ciencia ficción española y eludir el nombre de Francisco Porrúa, fundador de Minotauro, y tristemente desaparecido en estos últimos días, “gran figura en la sombra, que durante cincuenta años [al frente de la editorial] escogió las mejores obras internacionales para presentarlas en castellano con las mejores condiciones posibles. Efectivamente: lo que somos, se lo debemos a él en gran medida”, como reconocen Julián Díez y Fernando Ángel Moreno.

sábado, 10 de enero de 2015

Los 30 libros que cambiaron el mundo

(Yahoo! Noticias)

Miles de libros sobre todo tipo de temas se publican anualmente a lo largo y ancho del planeta. Algunos consiguen alcanzar el éxito de crítica y público y tener gran difusión. Pocos de ellos se llegan a convertir en clásicos de la literatura universal. Pero aún menos son los que pueden presumir de haber contribuido, de alguna manera, a modificar la forma en que funciona la humanidad. Estos son, ordenados por estricto criterio alfabético, treinta de los ejemplos más conocidos

1.- Diario de Ana Frank (Het Achterhuis. Annelies Marie Frank, 1942-44).
Ana Frank era una adolescente de una familia judía que había tenido que abandonar Alemania con la victoria de los nazis. Instalados en Amsterdam, no pudieron seguir huyendo al ser invadida Holanda en la Segunda Guerra Mundial, por lo que permanecieron escondidos en la habitación trasera ("achterhuis") oculta en una casa. El relato va contando el día a día de su vida en esas condiciones de asedio hasta que son delatados, capturados y enviados a Auschwitz. Su padre, único superviviente del campo de exterminio, lo publicó en 1946.

2.- Analectas (Lun Yu. Confucio, 475-221 a.C.).
Las "discusiones sobre las palabras" son el conjunto de reflexiones que los discípulos de este filósofo chino recogieron en sus charlas. Son el texto de referencia del confucianismo, un conjunto de doctrinas morales y religiosas con amplia aceptación en todo el Lejano Oriente.

3.- El arte de la guerra (Sunzi Bingfa. Sun Tzu, siglo IV a.C.).
Es un clásico de la estrategia militar que han seguido todos los comandantes de ejércitos de Oriente y, desde que se conoció en la otra parte del mundo (la primera traducción, al francés, es de 1772), también de Occidente. En la actualidad su interpretación va más allá del ambiente bélico: sus enseñanza pueden adaptarse a cualquier situación donde exista un conflicto (por ejemplo, la abogacía) o sea precisa una "conquista" (como el marketing).

4.- Biblia del Rey Jacobo (1611).
Es la versión traducida al inglés, y autorizada por Su Majestad reinante en aquel momento, para uso de la Iglesia de Inglaterra independizada del papa de Roma. Establece la estructura y el funcionamiento de la nueva confesión, que se mantiene en la actualidad y además ha servido como influencia para las numerosas ramas protestantes surgidas en los últimos siglos.

5.- Cómo vive la otra mitad (How the Other Half Lives. Jacob Riis, 1888).
Trabajo pionero del fotoperiodismo, esta obra ilustrada denuncia las infames condiciones de vida de los suburbios de Nueva York a finales del siglo XIX. El hecho de contener imágenes y mostrar la situación en toda su crudeza sirvió para concienciar a los habitantes más acomodados, y además puso las bases de un nuevo tipo de reporterismo basado en la denuncia social.

6.- El Corán (Al-Quran. En torno al año 600 d.C.).
Para los musulmanes, se trata de la palabra revelada directamente por Dios (Alá) al profeta Mahoma. Es, por tanto, el libro sagrado en el que se basa la religión que siguen, con mayor o menor rigor, más de 1.600 millones de creyentes islámicos en todo el mundo.

7.- Los derechos del hombre (Rights of Man. Thomas Paine, 1791).
Paine escribió este texto como respuesta a otro que criticaba la Revolución Francesa. Introduce un concepto importantísimo: una revuelta está justificada si un gobierno no garantiza lo que él llama "derechos naturales". No define con excesiva precisión a qué se refiere, pero luchadores por la democracia, la igualdad y la libertad han admirado su texto durante siglos.

8.- Diccionario Johnson (A dictionary of the English Language. Samuel Johnson, 1755).
En un idioma como el inglés que carece de un equivalente a la Real Academia para fijar las normas lingüísticas, esta magna obra, que requirió nueve años para terminarse, fijó los estándares durante varios siglos. Escritores ilustres como Dickens, Jane Austen o las hermanas Brontë lo consultaron habitualmente.

9.- Manifiesto comunista (Manifest der Kommunistischen Partei. Karl Marx y Friedrich Engels, 1848).
Planta las bases de un sistema político y social totalmente distinto a lo conocido hasta entonces: el comunismo. Con matices, su doctrina se aplicó en numerosos países del mundo (siendo el más destacado la inmensa Rusia) durante buena parte del siglo XX. No son pocos los que aún defienden su legado.

10.- Enterrad mi corazón en Wounded Knee (Bury My Heart at Wounded Knee. Dee Alexander Brown, 1970).
El reverso oscuro de la conquista del oeste norteamericano se centra en las atrocidades cometidas contra las poblaciones de nativos, sistemáticamente masacradas durante el siglo XIX. Este libro, que narra las injusticias, traiciones y abusos cometidos contra ellos, se ha convertido en un best-seller desde el momento de su publicación y se ha traducido a 17 idiomas.

11.- Ensayos (Essais. Michel de Montaigne, 1580).
La obra cumbre del renacimiento francés es esta colección de textos filosóficos y morales sobre diversos temas que redactó este político en los años finales de su vida. Es capaz de tratar temas profundos con una prosa ligera, pero sin perder seriedad. En su momento no fueron muy valorados, pero a lo largo de la historia se reconoció su mérito y algunos personajes ilustres, como Nietsche, Rousseau o incluso Napoleón, se convirtieron en lectores ávidos.

12.- Fábulas (Esopo, 620-560 a.C.).
Se considera al griego Esopo (si es que existió de verdad, algo que los investigadores no consideran demostrado) el inventor de la fábula, un cuento con moraleja que sirve para enseñar lecciones de vida al lector. Sus relatos han tenido inmensa repercusión desde hace varios milenios en toda la literatura occidental.

13.- First Folio (William Shakespeare, 1623).
Los estudiosos han dado ese nombre a la recopilación de obras teatrales que varios amigos del dramaturgo publicaron después de su muerte. Entre ellas están Romeo y Julieta, Hamlet, El Rey Lear y muchas otras que han marcado la literatura universal.

14.- Hiroshima (John Hersey, 1946).
El reportero Hersey entrevistó a seis japoneses supervivientes a los lanzamientos de la bomba atómica sobre esta ciudad al final de la Segunda Guerra Mundial. Su lectura sirvió al pueblo americano, hasta entonces orgulloso de su armamento nuclear, para darse cuenta de la magnitud del desastre que habían causado.

15.- I Ching (II milenio a.C.).
También llamado "el libro de los Cambios", es uno de los clásicos chinos más antiguos que se conocen; el taoísmo y el confucianismo se inspiraron en él. En su momento sus enseñanzas se utilizaban como oráculo para predecir el futuro, aunque hoy predomina más su interpretación desde el punto de vista filosófico.

16.- Incidentes en la vida de una joven esclava (Incidents in the Life of a Slave Girl. Harriet A. Jacobs, 1861).
Jacobs nació como esclava en uno de los estados sureños, pero consiguió fugarse al norte y publicó sus vivencias, con particular énfasis en los abusos sexuales que sufrió, incluida la venta de sus hijos. En su momento pasó casi desapercibido, debido al estallido de la Guerra Civil, pero en el siglo XX se recuperó como texto de análisis histórico de primer nivel.

17.- La Jungla (The Jungle. Upton Sinclair, 1906).
Se trata de una denuncia de las condiciones de vida y trabajo que sufrían los obreros en las fábricas de Chicago hace algo más de un siglo. Sinclair, periodista, utilizó este libro para concienciar a la sociedad de la situación, lo que forzó a las autoridades a promulgar leyes para mejorarla.

18.- 1984 (Nineteen Eighty-Four. George Orwell, 1949).
La novela distópica más famosa de todos los tiempos está escrita apenas cuatro años después de la Segunda Guerra Mundial, pero plantea un escenario cuarenta años posterior en el que un gobierno dictatorial controla absolutamente todo, hasta los pensamientos de los ciudadanos. Es muy importante por su condición de denuncia del totalitarismo, y ha servido como inspiración para la crítica a los gobiernos autoritarios.

19.- La mística de la feminidad (The Feminine Mystique. Betty Friedan, 1963).
En la época en que se publicó este libro, la opinión generalizada era que las mujeres debían limitarse a ser amas de casa complacientes. Friedan puso las bases teóricas para que el nuevo feminismo rompiera estas barreras y mirara más allá del matrimonio y la maternidad.

20.- El origen de las especies (On the Origin of Species. Charles Darwin, 1859).
Con este libro se presenta a la opinión pública la teoría de la evolución de los seres vivos a lo largo del tiempo. Este principio, hoy (casi) universalmente aceptado, fue absolutamente rompedor en su momento porque contradecía las enseñanzas bíblicas que establecían que Dios había creado a los animales tal como los veíamos en la actualidad.

21.- Primavera silenciosa (Silent Spring. Rachel Carson, 1962).
Carson fue la pionera en denunciar los efectos de los pesticidas, de uso común en la agricultura de la época, sobre la salud y sobre el medio ambiente. Se considera que esta obra es una de las pioneras del ecologismo.

22.- Principia Mathematica (Philosophiae Naturalis Principia Mathematica. Isaac Newton, 1687).
Este libro, escrito en latín, recoge los descubrimientos de mecánica y cálculo efectuados por su autor, o por otros como Galileo. Entre ellos están sus tres leyes sobre el movimiento, el principio de la gravitación universal y multitud de teoremas de todo tipo. Algunos expertos lo consideran la obra científica más importante de todos los tiempos.

23.- La República (Politeia. Platón, aprox. 380 a.C.).
Es una de las obras capitales de la filosofía griega clásica y, por tanto, del conjunto del pensamiento occidental. Está escrita en forma de diálogo con Sócrates y expone el ideario platónico sobre lo que debería hacer el hombre para alcanzar la felicidad y desarrollar la moralidad.

24.- La riqueza de las naciones (The Wealth of Nations. Adam Smith, 1776).
Este libro define conceptos como la "mano invisible", el mercado que se regula por sí mismo o la división de tareas. Se le considera la base teórica del capitalismo imperante en casi todo el mundo en los últimos dos siglos.

25.- El segundo sexo (Le deuxième sexe. Simone de Beauvoir, 1949).
Una de las obras más importantes de la teoría feminista. Analiza el papel de la mujer a lo largo de la historia, que considera condicionado por una civilización dominada y construida a la medida de los hombres. Aunque ha pasado más de medio siglo desde su publicación, sigue siendo un libro de referencia en su campo.

26.- Sobre la libertad (On Liberty. John Stuart Mill, 1859).
Mill no pretendía ir más allá de un ensayo breve, pero su obra se convirtió en una de las más importantes en lo referente a la relación entre el estado y el individuo. Las ideologías liberales todavía se basan en sus postulados.

27.- Tao Te King (Lao-Tsé, 600-400 a.C.).
No está claro que este personaje histórico, cuyo nombre en chino significa "Viejo Maestro", existiera realmente. En todo caso, a su nombre queda esta obra filosófica que es la base del taoísmo, una de las corrientes religiosas más importantes de Oriente. Simplificando, el tao sería el "camino" indefinible por el que circulan todas las cosas que hay en el universo. Este texto ha tenido una influencia capital en los últimos dos milenios de la cultura asiática.

28.- Todo se desmorona (Things fall apart. Chinua Achebe, 1958).
Con este libro del autor nigeriano el mundo descubrió que África también tiene voz y está dispuesta a usarla. La novela retrata la influencia del colonialismo inglés, los movimientos nacionalistas y la identidad negra.

29.- Torá (600-400 a.C.).
Es el libro sagrado del judaísmo, lo que, por extensión, le da una importancia capital en las religiones que se han basado en él, como el cristianismo y el islam. De hecho, para los cristianos no es otra cosa que el Antiguo Testamento. En los últimos 2.500 años ha tenido una influencia capital en las creencias y modos de vida de buena parte de la humanidad.

30.- Vida de un esclavo americano escrita por él mismo (A Narrative of the Life of Frederick Douglass. Frederick Douglass, 1845).
Es una de las primeras (y quizás de las más importantes) autobiografías escritas por esclavos en los Estados Unidos. Su texto contribuyó a la creación de movimientos abolicionistas que acabaron logrando que, al menos en Norteamérica, la trata de humanos quedara prohibida.

viernes, 9 de enero de 2015

Los mejores (y los peores) libros de 2014

(ABC)

Acabado el año, los críticos literarios de ABC Cultural han aceptado una vez más el reto de elegir lo mejor –y también lo peor– de la cosecha literaria de 2014

1.- Juan Ángel Juristo elige «Noticias felices en aviones de papel», de Juan Marsé.
No es fácil decantarse por el mejor libro del año. En cualquier caso, siento predilección por Noticias felices en aviones de papel, de Juan Marsé, porque considero que es una de las más logradas novelas cortas del autor, género muy poco frecuentado entre nosotros y de difícil factura. Es una nouvelle, pues, que encierra muchos de los temas queridos por Marsé en menos de cien páginas de un estilo muy depurado; un estilo tardío que el autor ha llevado a sus últimas consecuencias. El resultado es espléndido, sobre todo para los que amamos la estela de Teniente Bravo y nos conmovimos con relatos como «El fantasma del cine Roxy».

Marsé cuenta las visitas que un vecino adolescente realiza a una vieja bailarina polaca que llegó a Barcelona huyendo del nazismo y que recaló en el Paralelo. La anciana suele tirar por su balcón aviones de papel donde están escritas sentencias sobre la felicidad. La bailarina relata al adolescente Bruno sus avatares de juventud en una Polonia ocupada, iniciándole así en los aspectos más terribles y oscuros de la existencia; también, y eso es lo más importante, en una realidad muy distinta de la medianía en la que el chico cree vivir.

- La memoria como recurso

La novela es, por lo tanto, metáfora de la literatura y de recursos narrativos como la memoria. Pero lo más destacado consiste en el magisterio que supone escribir apenas cien páginas en las que no sobra nada. Todo en este libro se ajusta a un engranaje narrativo despiadado y de un resultado espléndido. El final es antológico. De lo mejor escrito por Juan Marsé. Y eso es decir mucho.

Lo peor para este crítico: Javier Sierra ha publicado La pirámide inmortal (Planeta), que se parece mucho a El secreto egipcio de Napoleón, novela original de 2002. El título de este año podría, por lo tanto, ser calificado de refrito. No sé si será la peor novela del año, pero sí la que más me ha aburrido.

2.- José Mª Pozuelo Yvancos elige «Así empieza lo malo», de Javier Marías.
No es casualidad que cada entrega de Javier Marías sea celebrada con alborozo por los degustadores de la buena literatura. Lleva el autor, al menos desde Todas las almas, respondiendo al desafío de ir más lejos todavía en cada novela; algo que parecía imposible después de Tu rostro mañana. Así empieza lo malo reúne elementos de los dos estilos últimos de Marías, puesto que, como ocurría en Los enamoramientos, el argumento indaga en la compleja relación de amor, recelo y rencor de una pareja. Pero contiene también, concentrados, algunos temas de Tu rostro mañana: la impunidad, la simulación, la mentira. Se van trenzando, además, en esa inimitable serie de cadencias reflexivas de su autor, con el añadido de la cronometría sobresaliente de un suceder narrativo que en esta novela se muestra eficaz como nunca antes.

Lo peor para este crítico: Posiblemente La vida era eso, de Carmen Amoraga (Premio Nadal, Destino), no pasaría de ser uno más de los libros de autoayuda psicológica que se publican cada día como si fueran novelas de autor. Que libros así reciban galardones también se está haciendo frecuente, y es signo del mal que nos aqueja. Dar gato por liebre.

3.- Mercedes Monmany elige «Kassel no invita a la lógica», de Enrique Vila-Matas.
Este año han coincidido en nuestras librerías dos de las mejores novelas, dentro del conjunto de toda su obra, de dos de nuestros mejores y más internacionales escritores: Javier Marías y su «falsa» crónica de los años 80 en el Madrid de la Transición, Así empieza lo malo, y Enrique Vila-Matas y su nada convencional recorrido, a lo Walser, por el arte más rabiosamente contemporáneo, Kassel no invita a la lógica: un escritor imbuido de ironía, de curiosidad y de estupor respetuoso viaja invitado a la mítica feria de arte de la Documenta de Kassel... con el único objetivo de sentarse cada mañana en un restaurante chino y tomar notas.

Lo peor para este crítico: Decidí leer La fin de l’homme rouge, de la periodista bielorrusa Svetlana Alexievich (Actes Sud), cuyo nombre «sonaba» para el Nobel. No salí de mi asombro al ver que la reunión de estas crónicas sobre el fin de la URSS, interesantes pero con muy escasa elaboración literaria, pudiera saltar a los primeros puestos de un galardón que en sus últimas ediciones ha premiado a Alice Munro y Patrick Modiano.

4.- Arturo García Ramos elige «Lugar común de muerte», de Tomás Eloy Martínez.
El escritor argentino Tomás Eloy Martínez murió hace unos años, pero sus ficciones entreveradas de Historia mantienen su palabra vigorosa y plena, como el conjunto de figuras que esta recopilación de obituarios evoca y cuyo título pudiera haber sido el del poema de José Gorostiza Muerte sin fin, pues considera la muerte como un proceso indefinido, como una sucesión y no un punto y final. Martínez Estrada, Lezama Lima, Macedonio Fernández, Ramos Sucre o Saint-John Perse son los protagonistas de estos relatos, que cuentan los momentos precedentes a la hora final de los protagonistas y también su superación. Un libro impagable que lleva a juzgar la muerte como un desenlace piadoso y hasta estético si se considera la devastadora lucidez de la memoria en los supervivientes de la hecatombe de Nagasaki.

Lo peor para este critico: El intenso calor de la luna, de Gioconda Belli (Seix Barral). Excelente poeta, Belli no se parece a sí misma en esta novela. Plantea el conflicto de una mujer frente al ocaso de su juventud y la trama naufraga entre el estereotipo y el prosaísmo.

5.- Manuel Lucena elige «El gabinete de Fausto», de De la Flor y Escandell.
Un análisis cultural e histórico tan riguroso como El gabinete de Fausto, de Fernando R. De la Flor y Daniel Escandell Montiel, destaca como libro extraordinario. El subtítulo, «Teatros de la escritura y la lectura a un lado y otro de la frontera digital», apostilla y describe de lo que trata. Nada menos que los cambios en el espacio físico en el que se ha producido el trabajo del autor, del scriptorium a la «galaxia píxel». Impresdincible.

Lo peor para este crítico: No nos vamos a engañar. En el campo de la no ficción, ha sido un año para olvidar. Presentadores/as de televisión han perpetrado «libros» como meteoritos. Manuales de autoayuda colonizan las mesas de novedades como nunca antes. Precisamente en este campo de la literatura edificante se encuentra lo peor: el subgénero «Podemos» de ficción política historicista. Puestos a elegir, no dudo de que la versión 2014 de Curso urgente de política para gente decente, del profesor de Políticas de la Complutense Juan Carlos Monedero (Seix Barral), sea todo un hit. No sé si da para un curso entero, pero quedan avisados.

6.- Sergi Doria elige «Escritor en guerra», de George Orwell.
La correspondencia y diarios de Orwell, entre la Guerra Civil española y la conflagración mundial, vienen a completar el volumen ensayístico que vio la luz hace un año por primera vez en español. Como observa en el prólogo Miquel Berga, estos diarios de guerra van dando forma a ideas embrionarias que acabarán materializándose en ensayos y libros posteriores: «Su estado de vigilancia permanente sobre las perversiones del lenguaje, en especial sobre el uso de eufemismos tóxicos y sobre la desfachatez de la propaganda política, revela su alarma sobre la desaparición de la verdad ‘objetiva’ que tuvo ocasión de constatar en España».

- Un futuro bastante sombrío.

Las cartas que Eric Blair, alias George Orwell, dirige a su mujer y allegados entre 1937 y 1943 aportan cotidianidad a la tragedia: su participación en las filas del POUM hasta caer herido en el frente de Aragón, la huida de la Barcelona estalinista, su paso por Marrakech, la vida en el Londres bombardeado por la Luftwaffe y su labor en la BBC. El totalitarismo soviético que domina el bando republicano a partir de los hechos de mayo del 1937 impregna de amarga ironía los recuerdos de la contienda española: «Lo que vi en España no me ha convertido en un cínico, pero sí me ha convencido de que nos espera un futuro bastante sombrío. Es evidente que se puede engañar a la gente con cuentos antifascistas igual que se la engañó con el cuento de la pequeña y valerosa Bélgica».

Escuchamos la voz de Orwell, pero también la de su mujer. El Año Nuevo de 1938, Eileen escribe a una amiga a la luz de una vela… Tras reafirmar de nuevo la obsesión por España, se refiere a un caniche: «Lo llamamos Marx para acordarnos de que no habíamos leído a Marx y ahora que lo hemos leído un poco le hemos cogido tanta manía que no podemos mirar al perro a la cara…» Nunca una anécdota había ilustrado con tanta fidelidad las siniestras paradojas del siglo XX.

Lo peor para este crítico: L’abecedari de la independència, de Roser Calafell (La Galera). En la portada, tres chavales con banderas independentistas a modo de capa. El libro se presenta como «material escolar» en una colección de pedagogía del odio para niños a partir de cuatro años: el cuento de «catalanes buenos» contra «españoles malos» deletreado con ruido y furia. Un libro penoso.

7.- Anna Caballé elige «Un hombre enamorado», de Karl O. Knausgard.
El año 2014 nos ha brindado excelentes relatos auto/biográficos, pero ninguno como el del noruego Karl Ove Knausgård, autor que con Un hombre enamorado consigue mantener, si no superar, la extraordinaria tensión literaria alcanzada con su libro anterior (La muerte del padre), el primero de su fascinante proyecto autobiográfico Mi lucha. Knausgård partía de una honda crisis literaria: escribir ficción había dejado de motivarle y se propuso bucear en su propia experiencia a la búsqueda de algo verdadero. De una situación similar arranca Luis Landero en su último y valioso libro, un relato de infancia titulado El balcón en invierno (Tusquets). La unión insólitamente íntima de Landero con su pasado también nos deja perplejos y conmovidos.

Lo peor para esta crítico: Libros decepcionantes también los ha habido. Uno de ellos ha sido la esperada edición de algunos cuadernos de Josep Pla que seguían inéditos. La vida lenta (Destino) nos muestra el fondo de depresión permanente del autor, pero sobre todo las limitaciones de su escritura de madurez, aplastada por una sensación de fracaso que apenas le deja respiro.

8.- Andrés Ibáñez elige «Un viaje a La India», de Gonçalo M. Tavares.
Uno de los libros más sorprendentes del año. Tavares apunta a nuevas direcciones en el arte de la novela al volver a llevarla al origen mismo del arte narrativo: la poesía épica. Un viaje a la India es uno de esos heraldos que percibimos aquí y allá de otra forma de entender la novela. Una obra que abre caminos en su deseo de integrar en una nueva totalidad la prosa y la poesía, la ciencia y la fantasía, la vanguardia (Joyce) y los clásicos (Camões). Cuenta el absurdo viaje de un tal Bloom a través de media Europa en su deseo de llegar a la India. Un texto divertido, irónico, profundo y enigmático, que crea una nueva forma de leer.

Lo peor para este crítico: El don, de Mai Jia (Destino). Un antilibro, por su enorme ramplonería, por el aparente desconocimiento de su autor de todos los refinamientos del arte novelístico, sólo en una época de confusión podría tener tanto éxito. La historia de un criptógrafo cuya tarea es tan secreta que no se nos da ni un solo detalle se traduce en la metáfora de un país carente de claves que se extiende por un mundo que parece sediento por perder las pocas que le quedan.

9.- Juan Malpartida elige «Libro del desasosiego», de Pessoa.
Preciosa edición de uno de los libros más emblemáticos del gran poeta portugués. Al mismo tiempo, se trata de una obra inexistente, en la medida que se ha rearmado, de diversas maneras según las ediciones, a partir de fragmentos. Sáez Delgado se ha basado en la notable reconstrucción en lengua original de Jerónimo Pizarro (2013). Fernando Pessoa escribió, tras mostrarnos momentos originales de lo vital, que «más vale escribir que atreverse a vivir». Nosotros podemos vivir, leyendo esta obra inmensa, los mundos oscilantes de la identidad, las revelaciones más punzantes de una realidad que se niega al tiempo que se afirma y, en definitiva, uno de los momentos líricos más originales de siglo XX.

Lo peor para este crítico: Octavio Paz. Las palabras en libertad, de Guadalupe Nettel (Taurus / El Colegio de México). Un libro que contiene numerosos errores biográficos y muchos más de orden conceptual. Los grandes nombres atraen a algunos por su notoriedad, pero escritores como Nettel olvidan que suponen también grandes desafíos.

10.- Diego Doncel elige «Hoy», de Juan Gelman.
En el año en el que murió Leopoldo María Panero, en que apareció póstumamente su perturbadora Rosa enferma (Huerga & Fierro), algunos de sus compañeros generacionales nos han dejado libros que siguen hablando de la pluralidad de sus universos. Desde la imaginación indagatoria y sorprendente de Gimferrer en El castillo de la pureza (Tusquets) a las meditaciones testimoniales de Antonio Colinas en Canciones para una música silente (Siruela) o ese mundo donde lo cotidiano, el pop y lo clásico se alían para convertir el cautivador Cuaderno de vacaciones, de Luis Alberto de Cuenca (Visor), en una lectura deliciosa sobre el paso del tiempo, la muerte o el amor. Como significativo cabe destacar ese testamento que es Hoy, de Juan Gelman. Un libro mayor hecho de desengaños, dramas o ausencias como la de su hijo muerto, y de presencias terribles como las de los asesinos que lo hicieron desaparecer.

Lo peor para este crítico: Genealogía de la soberbia intelectual, de Enrique Serna (Taurus), es un ejercicio de debilidad, de falta de rigor, una justificación para el exterminio de la gran cultura.

11.- Luis Alberto de Cuenca elige «La saga de los Forsyte», de John Galsworthy.
Lo mejor del año bibliográfico ha sido para mí una traducción íntegra, elegante y fiable, a cargo de Susana Carral, de La saga de los Forsyte, el opus magnum narrativo del inglés John Galsworthy, amigo de Joseph Conrad, que fue quien lo animó a escribir, y Premio Nobel de Literatura en 1932. Consta de tres novelas largas, El propietario (1906), En los tribunales (1920) y Se alquila (1921), y de dos breves interludios, El veranillo de San Martín de un Forsyte (1918) y Despertar (1920). Se ofrece todo ese material en un solo tomo de cerca de mil páginas. Con anterioridad, Reino de Cordelia había publicado las dos primeras novelas y el primer entreacto de la segunda trilogía de las Crónicas de los Forsyte, correspondiente a una fase posterior en la trayectoria biográfica de la familia y compuesta por El mono blanco (1924), La cuchara de plata (1926) y El canto del cisne (1928), acompañadas de dos entreactos, Un cortejo silencioso y De paso (ambas de 1927). La tercera trilogía, titulada globalmente The End of the Chapter, permanece aún inédita en castellano, se publicó de forma póstuma y ya no aparecen en ellas los mismos personajes, pues el inefable Soames Forsyte y compañía desaparecen en El canto del cisne.

- Me cae muy bien.

Además de por sus numerosas virtudes literarias –tensión narrativa, amenidad, solvencia estilística, finura psicológica en la descripción de los personajes, dominio de los tiempos y de los desarrollos argumentales–, Galsworthy me cae muy bien porque fue un gran defensor de mi admirado Chéjov como narrador breve, y a él se debe en gran parte la introducción de los cuentos del maestro ruso en Occidente, donde era solo conocido como dramaturgo. La saga de los Forsyte está escrita con la verdad que emana de estar hablando de la propia familia de uno, pues los Galsworthy, como los Forsyte, eran de origen campesino, aunque su padre ya había ascendido en la escala social cursando la carrera de Derecho y obteniendo con el ejercicio de su profesión pingües beneficios.

Lo peor para este crítico: Lo peor podría ser el último bodrio del brasileño Paulo Coelho, en esta ocasión una novela, titulada Adulterio (Planeta). Cualquier parecido de Adulterio con la literatura es pura coincidencia, como ocurre con el resto de la copiosa bibliografía de ese autor.

12.- Rodrigo Fresán elige «Qué fue de Sophie Wilder», de Christopher R. Beha.
Primera novela que, sin que nadie la esperase, parece haber surgido milagrosamente de la nada, Qué fue de Sophie Wilder, de Christopher R. Beha, es para mí lo más recomendable de 2014. Aquí, misticismo, los gozos y las sombras de la teoría y práctica de la literatura, largos párrafos epifánicos, y la mirada de un testigo que conecta directamente con aquellos narradores de Fitzgerald & Salinger encandilados por un vivísimo fantasma. «Si pudiera ser ahora una sola cosa, sería esta: alguien que va a alguna parte con Sophie Wilder», confiesa el protagonista y escritor frustrado Charlie Blakeman. Y nosotros, tras haber leído a Christopher R. Beha, también.

Lo peor para este crítico: Terrible decepción para todo seguidor del poco ortodoxo agente del FBI Aloysius Xingu L. Pendergast resultó Fuego blanco, de Douglas Preston y Lincoln Child (Plaza & Janés). En cualquier caso, por suerte, Preston y Child ya han corregido el rumbo y –feliz 2015– regresado al buen camino con la recién publicada en Estados Unidos Blue Labyrinth.

13.- Rosa Belmonte elige «Treblinka», de Chil Rajchman.
Hay muchos testimonios del Holocausto. Pero siempre es posible leer algo nuevo que te deje sin habla. Chil Rajchman (1914-2004) lo hace en Treblinka. Fue uno de los que escaparon en el motín de 1943 y es durante su huida cuando escribe las atroces memorias de los diez meses pasados en el campo de exterminio. Están redactadas sin florituras, sin ahorrar detalles. «El ancho del horno tiene un metro y medio… Ordena que se extienda la primera fila de cadáveres de mujeres, en especial mujeres gordas, con los vientres sobre los rieles, y luego ya puede colocarse lo que esté a mano.» 157 páginas conmovedoras sobre la cotidianidad del mal, sobre la gran empresa de la muerte. Además, hay un epílogo de Vasili Grossman.

Lo peor para esta crítico: Quizá Amar, ¿para qué? (Planeta) no sea el peor libro de 2014 pero sí el peor que me he tenido que leer. Y no porque esté mal escrito (que no lo está) sino por su sentido. Es decir, este libro, ¿para qué? Es el séptimo de María Teresa Campos. Escribe, entre otras cosas, que el amor está sobrevalorado. En su caso, verdades como muñones.

jueves, 8 de enero de 2015

Gabriel García Márquez, un escritor latinoamericano universal

(Notimex - Criterio)
Autor de obras universales como “Cien años de soledad”, “El amor en tiempos del cólera” o “El coronel no tiene quien le escriba”, el escritor colombiano Gabriel García Márquez fue creador de personajes entrañables y poseedor del don de hacer buenos amigos.

La muerte del llamado “Padre del realismo mágico”, también conocido como Gabo, fue una de las pérdidas más lamentables del pasado año, que acaba de concluir.

Gabriel José García Márquez nació el 6 de marzo de 1927 en Aracataca, Colombia, donde se ha dicho “renace una y mil veces bajo el nombre de Macondo gracias a la extraordinaria capacidad fabuladora de su creador”.

El escritor creció a la sombra de sus abuelos, quienes influyeron en su futuro literario con sus historias, fábulas y leyendas, creando un mundo que lo formó y en el que acaso siempre vivió.

Su primer acercamiento a las letras lo tuvo al encontrar un libro viejo y maltrecho de “Las mil y una noches”, comenzando así una intensa y prolífica relación con la literatura, que pareció abandonar en 2004, cuando publicó el libro “Memorias de mis putas tristes”, y cuando él mismo dijo que ya no escribía porque, al parecer, ya no se concentraba lo suficiente.

Según sus biógrafos, sus primeros estudios los hizo en el Colegio Montessori de Aracataca; también fue interno del Colegio San José en Barranquilla y del Liceo Nacional de Zipaquirá, época en la que comenzó a escribir sonetos y poemas.

Luego estudió Derecho, pero la publicación de algunos de sus cuentos en diarios colombianos lo llevaron a decidirse por el periodismo, primero, y por la literatura, después, actividades que le valieron grandes reconocimientos y una presencia universal en las letras de habla hispana.

En 1955, García Márquez fue corresponsal del diario “El espectador”; luego estaría en Ginebra, París, Roma, Checoslovaquia, Polonia, Rusia y Ucrania, al tiempo que escribía “El coronel no tiene quien le escriba”.

Se cuenta que en la capital de Francia tuvo que recoger botellas, revistas y periódicos para ganarse unos cuantos francos que le permitieran subsistir.

De acuerdo con una biografía publicada por la BBC en ocasión de alguno de sus aniversarios, tras su paso por Europa, García Márquez radicó un tiempo en Caracas, Venezuela; se casó con su novia Mercedes Barcha y en Bogotá contribuyó en la formación de la agencia cubana Prensa Latina.

También vivó en Nueva York, Estados Unidos, y, finalmente, en México, país que lo acogió como suyo y al que Gabo adoptó como su segunda patria y donde, se dice, escribió “Cien años de soledad” (1967), considerada su obra maestra, pasaporte al Nobel y a la universalidad.

Sobre su obra, el propio literato llegó a declarar que el parteaguas de su carrera fue la revista “Mito”, bajo la dirección de Jorge Gaitán Durán (1924-1962), en la que publicó un capítulo de “La hojarasca”, el “Monólogo de Isabel viendo llover en Macondo” (1955) y “El coronel no tiene quien le escriba” (1961).

En esa época, desarrolló a la par trabajo periodístico y literario, entre el cual se cuentan una recopilación de artículos periodísticos: “Textos costeños” (1981) y “Entre cachacos” (1983), y reportajes novelados como “Relato de un náufrago” (1970) y “Noticia de un secuestro” (1996).

García Márquez también expresó su gusto por el cine, como guionista o adaptador del texto literario de varias películas, entre las más recordadas figuran “El gallo de oro” (1963-64), basado en el cuento homónimo de Juan Rulfo (1918-1986).

Este trabajo lo realizó al lado de Carlos Fuentes (1928-2012) y gracias al cual entabló una estrecha amistad con el autor de “La región más transparente”.

La consagración como escritor de García Márquez se dio con la publicación de “Cien años de soledad”, una de las novelas más importantes de la literatura universal del siglo XX, la más leída y admirada de su colección.

Esta obra provocó, en palabras de Mario Vargas Llosa, “un terremoto literario en América Latina. La crítica reconoció en ella una obra maestra y el público refrendó este juicio agotando desde entonces, sistemáticamente, las reediciones, que, en algún momento, alcanzaron el ritmo asombroso de una por semana”, da cuenta un texto publicado en la página electrónica “literatura.us”.

Para el escritor y crítico literario Gerald Martin, esta pieza “es un punto de referencia para casi todo el mundo; una novela sobre el desarrollo, sobre el cambio, sobre la conversión de las tecnologías rudimentarias”, cita el portal “nci.tv”.

En el prólogo de la biografía “Gabriel García Márquez, una vida”, Martin agrega que se trata no sólo de un libro mágico, sino que además plantea una transacción permanente entre un mundo tradicional y otro moderno, presente en la América Latina actual.

Por eso, para el periodista colombiano Santiago Gamboa, García Márquez “es un colombiano que, con su talento literario, convirtió un rincón del mundo en un territorio universal, que hoy le pertenece a todos los lectores del planeta, a los de hoy y a los que vendrán”.

A partir del lanzamiento de “Cien años de soledad”, Gabo, como es conocido por sus colegas, ejerció una gran influencia en la literatura de habla hispana. Escritores como los colombianos Mario Mendoza, Jorge Franco y Juan Gabriel Vásquez reconocen que el trabajo del literato repercutió en su vocación, pues aprendieron de él a trabajar duro, con voluntad, dedicación y amor por la literatura, según ha publicado el portal “elcolombiano.com”.

“’Cien años de soledad’ es uno de los libros que me vienen a la mente cuando pienso por qué decidí dedicarme a escribir. Y eso no es poco”, ha dicho Gabriel Vásquez.

Para la década de 1970, García Márquez publicó diversas obras también celebradas, como el libro de cuentos “La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada” (1972) y la novela “El otoño del patriarca” (1975), que aborda el tema de la dictadura.

Posteriormente, se dieron a conocer “Crónica de una muerte anunciada” (1981), “El amor en los tiempos del cólera” (1985), la crónica política “La aventura de Miguel Littin clandestino en Chile” (1986) y “El general en su laberinto” (1989).

Con sus obras, el escritor grabó en la historia de la literatura y del ser humano imágenes imborrables, como señaló Óscar Pantoja, guionista de la novela gráfica “Gabo, memorias de una vida mágica”, para el sitio “tiempo.infonews.com”.

La calidad de sus libros y su memorable trayectoria le valieron reconocimientos como el Premio Nacional de Literatura en Colombia, en 1965; el Internacional de Novela Rómulo Gallegos (1972) y, desde luego, el Nobel de Literatura 1982.

Sobre este acontecimiento, el escritor mexicano Juan Rulfo opinó que por primera vez en muchos años se había dado un premio de literatura justo.

Después de este galardón, García Márquez se posicionó como figura rectora de la cultura nacional, latinoamericana y mundial.

En 1994 crea la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), que hoy preside Jaime Abello, en el cual llegó a ofrecer talleres de periodismo como en su momento lo hizo con los de cine en La Habana.

De él y su obra se ha escrito casi tanto como él publicó, uno de los libros más interesantes es “Gabo, periodista”, una coedición del Conaculta, la FNPI y el Fondo de Cultura Económica (FCE), que reúne lo mejor de su obra periodística, con un conjunto de textos que hablan de ella y de su influencia en el que siempre consideró “el mejor oficio del mundo”.

En él se da cuenta de que la pasión de Gabo siempre fue fiel a la actividad periodística, que desde su trinchera literaria también ejerció.

“Soy un periodista, fundamentalmente. Toda la vida he sido un periodista. Mis libros son libros de periodista, aunque se vea poco. Pero esos libros tienen una cantidad de investigación y de comprobación de datos y de rigor histórico, de fidelidad a los hechos, que en el fondo son grandes reportajes novelados o fantásticos, pero el método de investigación y de manejo de la información y los hechos es de periodista”, declaró alguna vez para Radio Caracol.

Vale la pena quedarse además con la definición que de él hiciera la escritora Olga Behar, para quien el autor podía ser considerado “un patrimonio ético, literario y cultural de la humanidad, pero, sobre todo, un maestro para enseñar a cultivar las amistades”.

Ya lo decía el mexicano Carlos Fuentes, “una amistad como la suya, es para siempre”, tan imperecedera como la obra que ha legado. Gabriel García Márquez murió el 17 de abril de 2014.